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miércoles, 18 de abril de 2012

GUATEMALA: AMENAZA TOXICA AMBIENTAL.

TONELADAS DE CHATARRA TÓXICA A LA DERIVA EN GUATEMALA.

La ausencia de un manejo adecuado de desechos tecnológicos en Guatemala se convirtió en una grave amenaza para el ambiente y la salud, mientras la demanda de aparatos eléctricos crece a ritmo vertiginoso, al punto de que la cantidad de teléfonos celulares en uso supera al número de habitantes.
Computadoras, teléfonos móviles, refrigeradoras, hornos microondas y una enorme lista de otros artefactos terminan en un basurero o abandonados en residencias o empresas, sin que nadie considere el peligro de los metales “altamente contaminantes” que poseen, advierten expertos.
Cromo, mercurio, plomo, selenio y arsénico son algunos de los componentes más peligrosos de estos equipos y que pueden provocar graves daños a la salud, manifestó el activista Mynor España, de la no gubernamental Asociación Guatemalteca para el Manejo de Desechos y Preservación del Medio Ambiente.
Daño cerebral, cáncer, abortos, disminución de la fertilidad en el hombre y malformaciones genéticas son algunos de los efectos que pueden provocar en el ser humano estos metales pesados, según advertencias clínicas.
“Y todos estos metales van a parar al agua más tarde o más temprano”, porque se filtran en el manto freático o porque son desechados en las fuentes superficiales, dijo España, cuya organización recolecta y acopia chatarra tecnológica para su reciclaje en el exterior.
“No se trata de que los ambientalistas estemos cegados con ese tema. El agua es el gran amortiguador ambiental a nivel mundial y es un recurso finito. Por lo tanto, llegará un momento en que será muy escasa”, matizó.
La falta de un manejo adecuado de desechos tecnológicos cobra especial importancia en Guatemala dado que no existen ni siquiera normas generales sobre manejo de residuos sólidos, lo que va acompañado de un inmenso consumo de tecnología, según el experto.
Un ejemplo es el caso de los teléfonos celulares, cuya utilización se ha vuelto efímera.
“Los celulares se utilizan solo seis o nueve meses porque enseguida sale un nuevo modelo. Somos un país en desarrollo, y la moda, el gusto, la actitud y el hábito hacen que la gente consuma más cosas aunque no las necesite”, explicó.
Según la Superintendencia de Telecomunicaciones, la telefonía celular en Guatemala alcanzó el año pasado los 20,7 millones de usuarios, mientras que en el país habitan 14 millones de personas.
El crecimiento de esta industria es descomunal si se tiene en cuenta que en 2004 el número de usuarios era de 3,1 millones, indica esa dependencia gubernamental.
La historia se repite con otros aparatos tales como las computadoras, cámaras fotográficas, televisores digitales y otros tantos. Pero cada aparato de estos también esconde un enorme poder contaminante. Solo una pila de un celular compuesta de níquel y cadmio puede contaminar hasta 50.000 litros de agua, afirma la organización ambientalista internacional Greenpeace.
¿Cuál será el poder tóxico de toneladas de estos y otros aparatos desperdigados en botaderos, casas, industrias, ríos y demás?
El “Diagnóstico sobre la generación de desechos electrónicos en Guatemala”, elaborado por el Centro Guatemalteco de Producción Más Limpia, concluyó que la acumulación de celulares descartados para 2015 será al menos de 13.000 toneladas, mientras que para el caso de las computadoras y accesorios esa cifra alcanzará las 18.600 toneladas.
Para reducir el impacto negativo de los residuos tecnológicos sobre el ambiente, el estudio plantea tres líneas de acción: la reducción del consumo de aparatos eléctricos, su reutilización y el reciclaje de los desechados por parte de empresas u organizaciones especializadas.
“Es necesaria la formulación de planes de manejo a través de una estrategia nacional con actividades que conlleven la comunicación de riesgos y sensibilización de la población”, concluye el estudio, elaborado por los ingenieros Sonia Solís y Andrés Chicol.
Adriana Grimaldi, profesora de la privada Universidad Mariano Gálvez, dijo a IPS que es necesario poner atención en los desechos tecnológicos por los graves riesgos que representan para el ambiente y la salud humana.
Grimaldi, química de profesión, señaló al policroruro de bifenilo (PCB), prohibido en casi todo el mundo, como uno de los contaminantes “más poderosos y carcinógenos” de los utilizados en transformadores eléctricos, interruptores y plaguicidas. La especialista considera que la población “no debe pelear con los elementos químicos”, pues le son también de mucha utilidad, sino que “debe aprender a manejarlos”, ya que de otro modo “pueden significar un serio peligro”.
Por su parte, Julio Urías, asesor de la Red Guatemalteca de Promotores Ambientales en la Prevención y Gestión Integral de los Residuos Sólidos, entiende que en este país “hace falta mucho por hacer” en manejo de desechos, aunque hay importantes esfuerzos sociales y privados.
Una base fundamental para atender este asunto en Guatemala es elaborar “una legislación viable, que se cumpla, y educación e información a la población sobre los hábitos de consumo”.
“La otra parte tiene que ver con los incentivos y reglas claras para el aprovechamiento y rentabilidad que puedan generar el manejo y reciclaje de desechos. Pero solo por una ley, las cosas no van a funcionar”, señaló. La gubernamental Comisión Nacional para el Manejo de los Desechos Sólidos de Guatemala calcula que solo cinco por ciento de las 7.000 toneladas de residuos sólidos que produce el país al día se reciclan, lo cual refleja que en esta labor queda mucho por hacer.
Pero hay ejemplos que demuestran que reciclar es posible y, además, generar oportunidades para quienes no las tienen. Ese es el caso de Edulibre, una organización sin fines de lucro, cuyo objetivo es reutilizar computadoras desechadas para donarlas a escuelas públicas en sectores pobres.
“Recibimos como donaciones equipo de computación que desechan las empresas. Lo revisamos y lo hacemos funcionar con un sistema operativo propio que hemos adaptado para Guatemala, que es software libre”, comentó  el técnico Javier Hernández, de Edulibre. Desde 2007, la organización ha montado cinco laboratorios en la capital y en el interior, los cuales benefician a más de 1.000 niños y niñas y además protegen el ambiente gracias a la reutilización del equipo.

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