El Awka

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DESDE MAIMARA - QUEBRADA DE HUMAHUACA - PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD - JUJUY - ARGENTINA

lunes, 16 de enero de 2012

VISITA LAS YUNGAS...

Un paraíso para descubrir, amar, respetar y compartir

Una invitación a conocer Las Yungas Jujeñas, una belleza natural indescriptible que atrae a propios y extraños de todo el mundo.
Las tan esperadas vacaciones ya están instaladas en los hogares, ansiosas por llenarse de maletas, de aventuras, del tan ansiado descanso y el relax que cuerpo y mente merecen luego de un año de intenso trabajo y estrés acumulados.
Para quienes no cuentan con los consabidos presupuestos para llevarnos a la codiciada costa atlántica o las encantadoras serranías mediterráneas, Jujuy cuenta con atractivos turísticos de extraordinaria belleza y que invitan al contacto pleno con la naturaleza.

Si bien el majestuoso corredor montano de la Quebrada de Humahuaca se cuenta entre los favoritos destinos para disfrutar de las vacaciones, existe otra maravilla natural dueña de una magia exultante de excepcional encanto: las Yungas jujeñas.

Se trata de uno de los más paradisíacos recorridos que no deben quedar pendientes al momento de elegir ese sitio especial para el descanso.

Partiendo desde el verde esbozo del Parque Nacional Calilegua y hasta las montañas engarzadas de selva húmeda y lujuriosa, las Yungas Jujeñas ofrecen un escenario magnífico para el turismo de aventura y el disfrute pleno del elixir naturalmente esmeralda.

Senderos serpenteantes esculpidos caprichosamente sobre laderas selváticas, son el anfiteatro ideal para el avistaje de especies animales salvajes y todo un emporio vegetal que son protegidos entre los límites que delinean el Parque Nacional Calilegua. Allí la naturaleza desborda de mística y a cada paso es posible recuperar el sabio pedido de lo importante que es la conservación de los espacios naturales, constituidos en santuarios de la vida y la biodiversidad.

Transitar por esas sendas permite al turista recuperar los aromas, sonidos y colores esenciales de la vida. La tierra colorada con textura limosa, los acantilados escabrosos que dejan casi sin respiración por su soberbia profundidad, las laderas tachonadas de árboles, helechos, lianas y una vastísima riqueza vegetal, cascadas frescas y cristalinas que irrumpen en las vívidas laderas por doquier, todo hace y complementa una paleta paisajística de incalculable belleza.

Desde el departamento Ledesma y hasta el mismo Valle Grande, el corredor de las Yungas es enigmático y dueño de una paz natural capaz de curar todo tipo de estrés. De a poco y luego de zigzaguear por la rutilante senda natural, comienzan a aparecer los pequeños y pintorescos poblados ya dispuestos con todo lo necesario para recibir a la legión de turistas, entre ellos, San Francisco, Pampichuela, Valle Grande, Valle Colorado, Pino Hachado, Duraznillo, Campo Colorado, Aguas Blancas, Alto Calilegua, entre otros parajes en los que dentro de la humildad en que se vive, la cordialidad es un atributo que hace sentir al turista como en su propia casa.

A la selva de montaña y a medida que se asciende sobre el nivel del mar, cerca ya de los 4.000 metros de altura, la vegetación sigue sorprendiendo a los ojos y al alma. Verdes luminosos, imposibles de captar con las paletas artificiales de cualquier artista, tapizan la topografía ondulante y casi montana en la que cañones, manantiales y pequeñas quebradas, cortan la perfecta alfombra verde que tejen las lluvias de la temporada veraniega.

Apenas unas líneas y quizá escasas palabras para describir una de las estampas naturales más auténticamente jujeñas y majestuosas de esta tierra; lo demás es preciso descubrirlo, vivenciarlo, experimentarlo, sentirlo a flor de piel para llevárselo consigo en el alma para siempre.

Un cielo de cristal azul imposible de describir, surcado por cóndores y el viento portador de legiones de nubes que nos abrazan con celestial e incontenible frenesí, convierten a las Yungas en toda su extensión, en un altar del reino natural, magnífico y sagrado que merece ser descubierto, amado y por sobre todo, protegido por la mano del hombre para que continúe siendo el púlpito donde el Creador concibió su obra cumbre para admiración y contemplación del espíritu humano.

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