PREOCUPACIÓN EN CENTROAMÉRICA POR LAS REPERCUSIONES DEL CAMBIO CLIMÁTICO.
Los presidentes de Centroamérica expresaron su preocupación por los efectos del cambio climático en la producción de alimentos, que podría generar hambrunas entre la población más vulnerable de la región.
En una declaración, los mandatarios reunidos en Managua, Nicaragua, advirtieron el riesgo de especulación en los precios de los alimentos como efecto de la sequía en Estados Unidos y fenómenos como El Niño y La Niña en la región.
“El cambio climático provocará una crisis alimentaria”, afirmó la declaración presidencial.
Los mandatarios de Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Panamá, Nicaragua, y República Dominicana se comprometieron a adoptar medidas de protección a las poblaciones vulnerables a fin de aliviar eventuales hambrunas por un aumento del precio de los alimentos.
Admitieron la necesidad de abastecer la demanda alimentaria de los centroamericanos y activar mecanismos de adaptación ante la posibilidad de especulación de precios.
Los mandatarios convinieron en crear comisiones gubernamentales en cada país para dar seguimiento de incremento de precios de granos básicos y presentarán sus resultados a los presidentes del istmo.
La seguridad ciudadana y alimentaria ocuparon los temas centrales de la agenda regional, destacó a su vez el presidente salvadoreño Mauricio Funes.
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PASTO SE TRANSFORMA EN PELIGRO PARA LA FAUNA DE LA ANTÁRTIDA.
“Sería muy difícil erradicar este pasto, ya que cada vez se está expandiendo en abundancia y espacio”, dicen especialistas que atribuyen la llegada de este vegetal a las expediciones científicas y los cruceros turísticos.
Un estudio de científicos chilenos y extranjeros reveló que la aparición de pasto común en la Antártica proveniente de otros continentes provoca una disminución de la biomasa y del rendimiento fotosintético de las 2 especies vasculares nativas del continente helado, el clavel y el pasto antártico.
INVESTIGACIÓN
La investigación titulada “aparición de hierbas anuales exóticas en la Antártica Continental y sus efectos negativos en plantas nativas”, publicada por la prestigiosa revista científica Conservation Biology, buscó presencia de Poa annua (pasto común) en 13 sitios en las islas de la Antártica y 12 lugares en la Península Antártica.
“Poa, limita o impide la adquisición de recursos o los utiliza de manera más rápida que las especies nativas estudiadas, lo cual lo hace mejor competidor”, explicó el doctor Marco A. Molina-Montenegro del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) y autor principal de la publicación.
ERRADICACIÓN
El científico señaló que “sería muy difícil erradicar este pasto, ya que cada vez se está expandiendo en abundancia y espacio”.
Según el estudio, los lugares donde el pasto se ha establecido en Antártica se correlacionaron con las principales rutas marítimas de expediciones científicas y de cruceros turísticos a la Antártica.
“Creemos que si los actuales niveles de actividad humana y el calentamiento regional persisten, es probable que más especies de plantas exóticas colonicen la Antártica y afecten a las especies nativas”, advierten los investigadores en la publicación.
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RECUPERACIÓN DE LAGOS EN LA PATAGONIA TARDARÁ UN AÑO.
Así lo aseguraron investigadores del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma-Conicet) al analizar el impacto de las cenizas del complejo volcánico Cordón Caulle. Los especialistas advirtieron que con el tiempo se podrá observar la falta de alguna generación de peces por efecto de la ceniza volcánica.
A más de un año de la erupción del complejo volcánico Cordón Caulle, diferentes grupos de investigación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma, Conicet – Universidad Nacional del Comahue) encontraron que si bien las consecuencias en las poblaciones de peces son variables, el impacto de las cenizas es notable en los organismos más pequeños, que son la base de la cadena alimentaria.
Según Esteban Balseiro, investigador principal del Conicet en el Inibioma, la lluvia de cenizas provocó distintos efectos a escala. “Cayó durante siete meses, pero para microorganismos como las bacterias, que tienen una vida corta, ese tiempo corresponde al ciclo de 60 generaciones, equivalente a 1.500 años de los humanos”, explicó el especialista.
El equipo encabezado por Balseiro trabajó con muestras obtenidas en tres lagos de la región del Comahue: Espejo, Correntoso y Nahuel Huapi, todos en la zona de Villa La Angostura.
Tras la erupción, la superficie de estos tres lagos quedó cubierta de una densa capa de piedra pómez.
Además, los investigadores notaron el ingreso de partículas microscópicas de ceniza en los lagos.
Los microorganismos que habitan esos lagos estaban acostumbrados a sobrevivir en condiciones de extrema luminosidad y baja disponibilidad de nutrientes, pero la ceniza volcánica cambió las condiciones del hábitat natural: el agua se volvió grisácea y disminuyó la exposición a las radiaciones ultravioletas.
Como consecuencia, las poblaciones de organismos filtradores, semejantes al krill del océano, se redujeron drásticamente. Ingirieron las partículas que ingresaron al lago, y como eran del mismo tamaño que el alimento, se redujo su supervivencia y reproducción.
Balseiro comentó que dado que estos animales constituyen los eslabones intermedios de la cadena alimentaria, podrían esperarse algunos efectos en niveles superiores.
Por el efecto de arrastre que tienen las lluvias sobre las laderas montañosas, aún hoy los lagos reciben grandes cantidades de ceniza volcánica que prolongaría el impacto inicial. Por ello el investigador destacó la importancia de realizar sucesivos análisis comparativos entre los lagos afectados en mayor y menor medida, para contribuir a su recuperación.
Según Balseiro, será necesario por lo menos un año más para la recuperación total de los ecosistemas y sus habitantes microscópicos.
Los menos afectados
Respecto a las consecuencias de las cenizas en los peces, los investigadores precisaron que en las poblaciones nativas los efectos se manifestaron en el desalojo de los cardúmenes juveniles desde los refugios litorales más afectados hacia aguas abiertas con menor concentración de ceniza pero menos protegidas.
Las erupciones volcánicas de la Patagonia andina tienen un ciclo de entre 30 y 60 años y forman parte de esos ecosistemas, señalaron los investigadores.
Por ello las especies autóctonas, como el puyen grande y la peladilla, están biológicamente adaptadas a la turbidez en las aguas que trae la caída de ceniza.
“Como los eventos volcánicos forman parte de la condición natural de la vida de esas especies, desarrollaron una visión poderosa en la oscuridad y branquias con mucha mucosidad que resisten el desgaste de la arenilla suspendida en las aguas”, explicó Víctor Cussac, investigador principal del Conicet en el Inibioma.
Sin embargo, las cenizas afectaron de forma diferente a las especies introducidas como los salmones y las truchas, ambas traídas a la región alrededor del año 1904.
En el primer caso, como los salmónidos ponen los huevos bajo la grava en el lecho de los arroyos de montaña, el decantamiento de entre 5 y 40 centímetros de ceniza tapó esos nichos e impidió el desarrollo de los embriones.
“Con el tiempo, al analizar las dinámicas de población en estos lagos, veremos que falta alguna generación de peces por efecto de la ceniza volcánica”, agregó el investigador de Inibioma.
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