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lunes, 21 de mayo de 2012

LOS ANDES, LA PATAGONIA, LA ANTÁRTIDA, TODAS EN ALERTA.

RARO GATO ANDINO YA NO ES EXCLUSIVO DE LOS ANDES.



El gato andino (Leopardus jacobitus), también conocido como chinchay, gato lince u osjo, es una especie de mamífero carnívoro de la familia Felidae. Es uno de los felinos menos conocidos y esta considerado como la especie más amenazada del continente americano.
El gato andino es natural de América del Sur. Se sabe que su distribución se limitaba a las regiones montañosas de los Andes; al centro y sur del Perú y al norte de Bolivia y en todo Chile y Argentina.
Este felino que se asemeja a un pequeño leopardo de las nieves, tanto en la apariencia y el hábitat donde es originario, se ha desplazado a otras regiones.
Hasta ahora se creía que únicamente habitaba la cordillera andina, pero al verse amenazado su hábitat, también frecuenta la estepa patagónica en las elevaciones más bajas, según un nuevo estudio publicado por la Wildlife Conservation Society.
El hallazgo representa una extensión de rango para el gato andino, que normalmente se produce en altitudes superiores a los 3.000 metros (aproximadamente 9.800 pies).
El nuevo estudio presenta evidencia que los gatos también habitan en elevaciones tan bajas como los 650 metros (aproximadamente 2.100 pies) sobre la estepa patagónica.
La especie está clasificada como “En peligro” en la Lista Roja de la Unión Mundial para la Naturaleza y se calcula que su número es apenas 2.500 individuos.
Los autores del estudio son: Andrés Novaro y Lorena Rivas, de la Wildlife Conservation Society y el CONICET, Argentina; Susan Walker, de la Wildlife Conservation Society, Rocio Palacios de Alianza Gato Andino, Sebastián Di Martino del Departamento de Áreas Protegidas de la Provincia de Neuquén, Martín Monteverde del Centro de Ecología Aplicada del Neuquén, Sebastián Canadell de la Universidad Nacional de Córdoba, y Daniel Cossios de la Universidad de Montreal.
“Estos registros confirmados demuestran la presencia del felino en elevaciones más bajas jamás reportadas para el gato andino”, dijo Andrés Novaro, autor principal del estudio. “De acuerdo a los estudios genéticos que se han realizado dirigidos por Daniel Cossios, esta nueva población parece representar un linaje evolutivo distinto de la población de la sierra”.
El equipo de investigación recorrió aproximadamente 31.000 kilómetros cuadrados (unas 12.000 millas cuadradas) de Mendoza a Neuquén en Argentina durante el período 2007-2009.
Los investigadores recogieron muestras de varios lugares que incluyen excrementos, cráneos y piel, todos los cuales fueron confirmados con análisis de ADN. Además, llevaron a cabo encuestas con los habitantes de la región.
Los conservacionistas también encontraron pruebas de otras tres especies de gatos pequeños: gato montés, gato de las pampas, y el puma.
La extensión del gato andino coincide con la distribución de la vizcacha, un roedor que habita en la cordillera andina y la estepa patagónica y es presa principal en la dieta de la especie.
Mucha gente en los Andes cree que matar a un gato andino trae mala suerte. Sin embargo, si un cuero de este gato es encontrado o heredado, se considera una prenda de gran valor, y los cueros rellenos son utilizados en ceremonias y fiestas tradicionales.
“El descubrimiento de una nueva población de estos felinos es un hallazgo importante para esta especie rara y difícil de alcanzar”, dijo Mariana Varese, Directora para América Latina de WCS.
“La determinación del alcance del gato andino en la estepa patagónica proporcionará a los conservacionistas una base para los planes de conservación en corto plazo.
Las amenazas a la población recientemente descubierta del gato andino son pastores de cabras que asumen que los felinos se aprovechan de su ganado, actividades de exploración de petróleo que destruyen el hábitat, y nuevos caminos que se abren a zonas anteriormente inaccesibles para los cazadores furtivos.
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EL CALENTAMIENTO GLOBAL AMENAZA LA PLATAFORMA HELADA DE LA ANTÁRTIDA.

La Antártida es un regulador del clima del planeta, pero igual que fue el último continente por descubrir y explorar, también está resultando ser la última zona de la Tierra en la que los expertos van desvelando los procesos del calentamiento global y las perspectivas para las próximas décadas. Y el continente blanco está resultando ser muy vulnerable al cambio climático.
Las plataformas heladas antárticas, es decir, las extensiones sobre el mar de las masas de hielo que cubren el continente, han disminuido en grosor hasta siete metros por año de media entre 2003 y 2008, según los datos tomados por el satélite ICEsat, de la NASA. Este proceso de pérdida de hielo se debe, sobre todo, a la entrada de aguas templadas bajo la plataforma —se produce fusión por la parte inferior—, más que al aumento de la temperatura del aire —provocaría pérdida de hielo en la superficie—.
“Hemos observado toda la costa antártica y el patrón es claro: la plataforma helada se está fundiendo por el océano y el flujo de los glaciares hacia el mar se está acelerando”, explica Hamish Pritchard, científico del Servicio Antártico Británico (BAS, en sus siglas en inglés) que ha liderado en análisis de los datos del ICESat, presentado en la revista Nature. “Esa aceleración de los glaciares es responsable de la mayor parte del incremento de pérdida de hielo en el continente y de su contribución a la subida del nivel del mar”.
Ninguna zona del continente blanco está a salvo de este proceso, aunque es especialmente notable en la parte occidental. Se conocía ya la pérdida de plataforma en el mar de Amundsen, pero ahora otra zona que los científicos consideraban estable parece correr el mismo riesgo: el mar de Weddell. En ese gran golfo antártico, de unos 2.000 kilómetros de ancho, la plataforma helada sufrirá también en las próximas décadas del deshielo por abajo debido a la entrada de aguas marinas templadas. Es la conclusión de otra investigación presentada también en Nature.
Hacia finales de este siglo, la temperatura del agua bajo la plataforma helada de Filchner-Ronne, en el mar de Weddell, puede haber subido hasta dos grados, lo que provocará la fusión del hielo, explican Harmunt Hellmer (Instituto Alfred Wegener, en Alemania) y sus colegas, que han analizado la evolución climática de la región mediante modelos de proyección por ordenador.
“El nivel medio del mar subiría aproximadamente 3,3 metros si toda la plataforma helada de la Antártida occidental se desintegrase”, recuerda la especialista Angelika Humbert, del mismo instituto alemán.
“El mar de Weddell no estaba en nuestro punto de atención porque pensábamos que, a diferencia del mar de Amundsen, las aguas templadas no serían capaces de alcanzar las plataformas, pero hemos encontrado un mecanismo que precisamente dirige agua templada hacia la costa, lo que tendrá un enorme impacto en las próximas décadas”, añade Hellmer.
En el último medio siglo, las temperaturas en la superficie de la mayor parte del continente blanco han permanecido estables, aunque con una notable variabilidad anual, explican los científicos del BAS. En el mismo polo Sur no se ha registrado tendencia hacia el calentamiento o el enfriamiento. Sin embargo, la península Antártica, es una de las regiones del globo donde se ha producido un aumento de las temperaturas más acelerado en los últimos 50 años, con un incremento de tres grados centígrados, muy superior al calentamiento medio del planeta.
Precisamente la vertiente oriental de la península Antártica es la única zona en la que se puede explica el adelgazamiento de la plataforma helada por los vientos más templados, que funden la nieve en la superficie. En el resto del continente, son las corrientes marinas las que están actuando. De las 54 zonas de plataforma cartografiadas mediante láser con el ICESat, 20 están ya claramente afectadas por este proceso de fusión del hielo, concluyen los investigadores.
“Algunas plataformas están perdiendo unos cuantos metros de grosor cada año y, como consecuencia de ello, los glaciares vierten miles de millones de toneladas de hielo al mar”, explica Pritchard. “Esto significa que podemos perder una tremenda cantidad de hielo en el océano sin tener siquiera veranos suficientemente templados para derretir la nieve de la parte superior de los glaciares, ya que el mar hace esa labor desde abajo”.
El calentamiento global está tras este fenómeno, puntualizan los científicos, ya que son los cambios en patrones de los vientos los que afectan a la fuerza y la dirección de las corrientes oceánicas, de manera que el agua templada se canaliza bajo la plataforma helada. “Estos nuevos estudios sugieren, por tanto, que los glaciares antárticos están respondiendo rápidamente al cambio climático”, concluyen los investigadores en Nature.
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EL CAMBIO CLIMÁTICO ALCANZA A LA FAUNA DE LA PATAGONIA.

Los científicos han advertido mermas en la población de la colonia y nuevos hábitos en los animales, que arriban cada año por cientos de miles, entre septiembre y abril, para reproducirse. En la última década, la colonia se ha reducido a un ritmo del 20%, hasta las 200.000 parejas de este año, explica el investigador Pablo García Borboroglu, del Centro Nacional Patagónico-Conicet.
Además, apunta, en los últimos 20 años se ha detectado que, en promedio, se alejan unos 40 kilómetros de sus emplazamientos tradicionales para buscar comida. «Se están alejando, los cambios oceanográficos hacen que la comida no esté disponible en el mismo lugar», explica este investigador, que basa sus conclusiones en el seguimiento de 57.000 individuos anillados.
Los animales se desplazan hacia el norte, un fenómeno que desconcierta a los expertos porque, como apunta García, «con el cambio climático uno esperaría que fueran al sur». Las causas aún no pueden determinarse pero, según García, se atribuyen al calentamiento global que provoca alteraciones graves, como ocurrió, cuando los pingüinos dejaron la Patagonia en dirección a Uruguay y terminaron cerca del Ecuador en una «emigración extrema» que provocó la muerte de entre 5.000 y 6.000 animales.
«Parece que donde deberían haber encontrado su alimento hubo una anomalía térmica, con temperaturas más bajas de lo normal, y tuvieron que seguir», apunta. «Nunca en los últimos 30 años se había dado algo así», asegura el investigador, que admite que esta temporada presenta indicios «raros», aunque no preocupantes. «Los pingüinos han llegado más tarde y les ha costado más reproducirse, pero los pichones se ven bien», continúa. «Lo que más nos desconcierta es la incertidumbre», sostiene, con lluvias torrenciales o subidas bruscas de temperatura que obligan a los animales a acercarse a la costa y descuidar sus nidos.
La muerte de las crías provoca, a su vez, transformaciones en las colonias ya que el pingüino magallánico, que puede vivir hasta 30 años, es monógamo pero tiene «tasa de divorcio». «La principal causa de separación se produce cuando las parejas no consiguen sacar adelante a los pichones y buscan nuevos ejemplares para procrear», explica García.
Lobos marinos
Pero no sólo los pingüinos acusan el cambio. El desarrollo de los centros urbanos y el aumento de los desechos pesqueros ha multiplicado la población de gaviotas y sus ataques a la ballena franca austral. Todavía se puede medir el impacto de este comportamiento, admite el especialista Guillermo Caille, que subraya que la temporada de ballenas se ha adelantado en la Patagonia y empieza en mayo, tres meses antes de lo habitual.
Una alteración que este experto de la Fundación Patagonia Natural atribuye a un intento de los animales por recuperar las áreas de reproducción históricas perdidas por la cacería indiscriminada del siglo XIX y buena parte del XX. «Lo mismo ocurre con los lobos marinos, cazados hasta finales del siglo XIX, que ahora están en aumento y crecen sostenidamente», agrega.
Para Caille, los efectos decisivos del cambio climático se dejarán sentir en la región a medio plazo y lo más preocupante será el aumento del nivel del mar y el calentamiento del agua, que ahora está al menos un grado por encima de la media histórica. «Hay macroseñales que indican que en 10 ó 20 años se pueden esperar cambios en los patrones de distribución de las especies», admite. A su juicio, «hay que hacer una reflexión: quizá somos nosotros los que estamos generando este fenómeno; cuando uno rastrea el fondo de estos cambios siempre hay algo en lo que tenemos una responsabilidad».
También para Pablo García hay responsabilidad del hombre y es necesario concienciar a la sociedad y educar a las comunidades próximas a las colonias de animales. «Si logramos combinar el interés de la comunidad con la defensa de los animales, todos ganamos», concluye.

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