El Awka

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DESDE MAIMARA - QUEBRADA DE HUMAHUACA - PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD - JUJUY - ARGENTINA

lunes, 20 de mayo de 2013

HOLA AMIG@S DEL SITIO, ARRANCAMOS LA SEMANA CON FRIO POLAR, LLUVIA; PERO ESTAMOS AQUÍ PARA INFORMARTE DE TODO LO QUE PASA EN NUESTRA AMÉRICA Y EN EL MUNDO, QUE TENGAS UNA SEMANA EXCELENTE.

JAMAICA BUSCA INCLUIR PARQUE NACIONAL EN LISTA DE PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.


El Ministerio de Juventud y Cultura de Jamaica concentra esfuerzos para incluir el Parque Nacional Blue and John Crow Mountains en la lista de Patrimonio de la Humanidad.
El parque abarca 495,2 kilómetros cuadrados y representa el 4,5% de la superficie terrestre de Jamaica. El parque es conocido mundialmente por su biodiversidad.
Este parque es el último de los dos hábitats conocidos de la mariposa gigante de Swallowtail (Papilio Homero), la mariposa más grande en el hemisferio occidental y también es el hábitat de la amenazada ave negra jamaiquina (Neospar nigerrimus), un refugio para la boa de Jamaica (Epicrates subflavus) y la jutía jamaiquina (Geocapromys brownii)
La titular de esa cartera, Lisa Hanna, dijo que la propuesta se realizó en 2011 y ahora el Gobierno intenta acelerar el proceso. El parque, ubicado en la región montañosa oriental de la isla, es una zona protegida que contiene la mayor superficie boscosa del país y el punto más alto de la isla con más de dos mil 200 metros, describió la ministra.
También posee una rica biodiversidad y cerca del 40 por ciento de su flora y fauna son endémicas o solo viven en ese ecosistema, de acuerdo con la entidad gubernamental de Conservación y Desarrollo de Jamaica.
Pese a la rica herencia cultural, no existe ningún sitio de esta nación caribeña declarado Patrimonio de la Humanidad, indicó la ministra y destacó la importancia de ese nombramiento para el ecoturismo.
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DESARROLLAN PROYECTO PARQUE URBANO DE MANGLAR EN LA BAHÍA DE PANAMÁ.


El Gobierno de Panamá dio su visto bueno al Convenio de Cooperación Técnica para la puesta en ejecución del proyecto Parque urbano de Manglar de la Bahía.
Los manglares de la Ciudad de Panamá son humedales marino−costeros reconocidos internacionalmente desde el 2005 con la designación más alta conferida por la Red Hemisférica de Aves Migratorias Playeras (WHRAP, por sus siglas en inglés), “Sitio Hemisférico”.
Estos ecosistemas reciben entre 1 y 2 millones de aves cada año, durante la migración continental que hacen de norte a sur. En el 2003 fueron designados “Sitio RAMSAR” por el valor de estos humedales.
El “Humedal Bahía de Panamá” cuenta con condiciones ambientales y de belleza escénica excepcionales, actuando además, como zona de amortiguamiento y protección costera de la Ciudad misma y toda la biodiversidad que se alberga allí.
Los manglares están amenazados por la sedimentaciones excesivas del suelo, además de actividades como la construcción de presas, el transbordo de petróleo, el uso de pesticidas, y la cría de camarones.
Como parte del saneamiento de la Ciudad se concibió el Parque Urbano de Manglar de la Bahía que contempla desde su inicio la participación de autoridades, empresas y organizaciones sociales.
Este proyecto es una iniciativa que se ejecuta como parte de la visión de sostenibilidad de la inversión correspondiente al Programa de Saneamiento de la Bahía y la Ciudad de Panamá, pues la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales que actualmente se construye se encuentra separada de la línea costera únicamente por una franja de este manglar.
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PELIGRAN 135 ESPECIES DE AVES EN VENEZUELA.


Las principales amenazas son el comercio ilegal, la tala y la contaminación.
Venezuela se ubica en el séptimo lugar de la lista de países con mayor biodiversidad de aves, pero ello no quita la enorme amenaza que se cierne sobre la avifauna criolla: del total de 1.417 especies que hay en el territorio nacional, 135 están amenazadas de extinción y poco se hace por ellas.
Aves como el cardenalito (Carduelis cucullata), el águila arpía (Harpia harpyja), el cóndor de los Andes (Vultur gryphus) o el paují copete de piedra (Pauxi pauxi) están en serio riesgo de extinción.
¿Más especies? El pato negro (Netta erythrophthalma), varias tipos de colibrí, como el tijereta (Hylonympha macrocerca) el coludo de Caripe (Aglaiocercus berlepschi) y el de Perijá (Metallura iracunda) forman parte de la lista roja.
Incluso las guacamayas, esas que se ven volando a menudo en los atardeceres de algunas ciudades venezolanas, están consideradas como especie amenazada en su estado silvestre.
La vulnerabildad de todas estas especies varían entre “casi amenazado” hasta “en peligro crítico” según el Libro rojo de la fauna venezolana.
La mayor amenaza que poseen las aves en venezuela es el comercio ilícito, ya que no hay un programa contundente para frenar esta actividad, que afecta principalmente al cardenalito, a la cotorra margariteña (Amazona barbadensis), la guacamaya bandera (Ara macao) y el loro real (Amazona ochrocephala).
Otras amenazas son la tala indiscriminada de árboles, la contaminación de los suelos, de las aguas y del aire y la invasión humana en las zonas de hábitat.
En la última evaluación de la Unión Mundial para la Naturaleza de 2012, alrededor de 13% de todas las aves del mundo están consideradas en peligro de extinción.
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BRASIL: DEFORESTACIÓN DE LA AMAZONÍA REDUCIRÁ LAS COSECHAS.


El avance de la agricultura a costa de la selva alterará el cambio climático regional afectando a los cultivos de soja y pastos.
Investigadores brasileños modelan la situación en 2050, donde el doble de tierra producirá hasta un 30% menos.

La expansión de la agricultura y los pastizales provocará un descenso de las producciones agraria y ganadera. La aparente paradoja se debe a  los cambios climáticos inducidos por la deforestación.
Un estudio muestra que, además de reducir la capacidad como sumidero de carbono de la Amazonía brasileña, en todos los escenarios posibles la tierra robada a los árboles dará menos soja y pastos para ganado. Solo una improbable reforestación podría aumentar las cosechas.
La Amazonía Legal es la unidad administrativa creada por el Gobierno de Brasil para los nueves estados del país que tienen todo o parte de su territorio en plena selva amazónica.
Son unos 5 millones de km2, casi el 60% del territorio brasileño. Tamaña extensión cumple tres grandes servicios: regulación del clima mundial, ser su principal sumidero de carbono y, en el plano regional, su tierra y los usos que se hagan de ella son claves para el futuro de los brasileños. Ese es el reto de Brasil, su progreso depende en gran medida de la selva.
Para intentar descifrar ese futuro, investigadores de varias universidades de Brasil y Estados Unidos han construido un modelo con las interacciones entre clima y usos de la tierra.
La investigación se basa en un modelo que simula el impacto de la pérdida de bosques y el cambio climático global de las precipitaciones locales y la temperatura.
Con la vista puesta en el 2050, pusieron sobre la mesa tres escenarios: la deforestación se detiene, sigue pero regulada por las nuevas leyes ambientales brasileñas o, como quiere la agroindustria, la selva debe sucumbir para que el Brasil agrario y ganadero prospere.
Para cada uno de los escenarios, realizaron modelos de productividad tanto del bosque primario como de los pastos y de la soja, en la presunción de que este cultivo seguirá siendo el principal del país dentro de 40 años. Su tesis tiene mucha lógica: a más hectáreas dedicadas al cultivo o pastizales, mayor producción agraria y ganadera. Pero la lógica humana no es la climática.
“Esperábamos ver algún tipo de compensación, pero para nuestra sorpresa, unos mayores niveles de deforestación pueden dar lugar a una situación sin salida donde la pérdida de servicios medioambientales provocados por aquélla no se vería compensada por un aumento de la producción agraria”, dice el profesor Leydimere Oliveira, de la Universidad Federal de la Pampa.
“Al contrario, en casi todas sus proyecciones, tanto la captura de carbono como los rendimientos agrícolas se reducirán a mediados de siglo, hagan lo que hagan”, manifestó el investigador.
Sólo en el caso de que se detenga el avance de la agricultura, la producción neta de los pastos y los cultivos de soja se podrán mantener, aunque con reducciones relativas. ”Parece que hay un límite a la expansión de la agricultura en la Amazonía. Por debajo de ese punto, tal expansión no tiene importantes consecuencias económicas”, añade Oliveira.
“En pocas palabras, la deforestación reduce la evapotranspiración regional, lo que implica que haya menos agua en la atmósfera para precipitarse en forma de lluvia”, explica el profesor Marcos Costa, de la Universidad Federal de Viçosa y coautor del estudio, publicado en Environmental Research Letters.
Para llegar a la conclusión de que más es menos, los investigadores calcularon primero la productividad neta primaria tanto de selvas como de los cultivos de soja y los pastizales actuales.
Hoy, la captura de carbono de la biomasa forestal de la Amazonía es de 91.500 millones de toneladas de carbono, con una media de 179 toneladas métricas (Tm) por hectárea. Mientras, la productividad media actual de los cultivos de soja es de 2,7  Tm por hectárea y año. En cuanto a los pastos, los casi 1,5 millones de km2 dedicados a pastizal rinden ahora 16,2 toneladas por hectárea.
En el periodo que va de 2041 a 2060, todos habrán perdido. Si sigue el freno a la deforestación, detectado por primera vez en 2004 y que vio como, en 2011 se deforestaba un récord de un 68% menos de los 19.600 km2 desaparecidos anualmente en la década precedente, la capacidad de la selva amazónica para capturar carbono se habrá reducido en un 39%.
Es decir, el calentamiento de la zona, con picos de hasta 2,3º en el este de la Amazonía, ya no hay quien lo evite. Si no se corta un árbol más, el aumento de temperaturas y el trastocamiento del régimen de lluvias reducirán la producción de los pastos en un 7% y el de la soja en un 7,4%.
Pero si no se detiene la tala de árboles, estas previsiones se vuelven demasiado optimistas porque el cambio de uso de la tierra retroalimentaría el cambio en el clima regional, el feedback climático del que hablaban los investigadores. “Un granjero cortando árboles no causa un cambio considerable en el clima. Pero miles de granjeros cortando árboles modifican el clima del que dependen para producir carne y soja”, advierte Costa.

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