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lunes, 2 de diciembre de 2013

. TIERRA SIN SOMBRA, DISPUTA POR LA TIERRAS.

RIO DE LOS PATOS.

Salta - Piedras, luego arena, viento y nada. Ahí viven Melitón Ramos y Leucadia Zuárez, los únicos seres humanos que pueblan un verdadero oasis que desde hace años se disputan Salta y Catamarca. Se trata de la zona del Río Los Patos, en el departamento Molinos, en los límites de las fincas vallistas de Tacuil, Hualfin y Jasimaná. De a cuerdo a la versión de Ramos, “todo el río es Catamarca”. Pero, según el antropólogo y diputado provincial Ricardo Alonso, “Salta tiene en el lugar ocupación efectiva histórica, desde hace más de 100 años”. La polémica por tierras de excepcional valor mineral, en El Salar del Hombre Muerto, también resolverá el destino de este paraíso natural, refugio de la vida en el desierto.

Barro Negro es el único paraje habitado a lo largo del Río los Patos. El agua dulce es un manantial en ese desierto a más de 4000 metros de altura. Las vicuñas, flamencos y manadas de suris matan la sed en esta vertiente, que es un verdadero edén en el corazón de la Puna. “Esto no es de Salta ni de Catamarca: es mío”, dijo Melitón Ramos, aunque después aclaró que “todo el río es de Catamarca”.En la tierra sin sombra no existen los árboles. Ya no crece la tola, la brea o la añagua, que es buena para hacer las cancanas del asado. En la arena se encuentran, apenas, mechones de pasto puna y hay que andar horas para conseguir el “cuerno”, lo único que da leña, junto a la yareta. Es tan agreste el clima que no se da la pupusa o la chachacoma, que son buenos yuyos para el mal de altura. El censo 2010 nunca llegó a la casa de Bustos. 

Detrás de unos prolijos corrales llenos de llamas están las casas chatas de Melitón y Leucadia. Ahí nace el ojo de agua que da vida al ciénego, que luego se hace río. “Mi padre vino a este lugar cuando yo tenía ocho años. Llegó desde Antofagasta de la Sierra, en Catamarca y con pico y pala trabajó el ciénego para que hoy tenga agua. El le dio vida a este lugar, porque lo único que había era una vertiente”, contó Bustos. Su mujer, Leucadia Zuarez, es de la vecina finca de Jasimaná, en Salta y sus hijos trabajan en la otra estancia vecina de Tacuil, en Molinos.
Ante la falta de referencias en el desierto, Melitón enciende unos pastos puna que van formando columnas de humo para ubicar al viajero. Ramos está tramitando los títulos de la tierra en Catamarca. “Hace más de 50 años que estamos en esta tierra”, dijo. “El límite está en las abras de Las Barrancas y de Atacamara, que marcan el fin de las fincas Tacuil y Hualfin”, explicó Don Meliton.

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