EN LA MESITA DE LUZ DE LA DAMA O EL CABALLERO, EN VERANO O EN INVIERNO! AGUANTE EL MENTISAN.
Desde el páramo hasta el Amazonas, desde el
rascacielos a la humilde casita altiplánica, desde el campamento minero a la
oficina urbana, hay un producto está presente entre los bolivianos: el ungüento
alcanforado conocido popularmente como Mentisan.
La "latita verde" festeja este 2012
sus juveniles 75 años. Es la marca que el boliviano reconoce inmediatamente y saber cómo utilizarla en cualquier punto
del territorio nacional. La esconden las abuelitas en sus veladores, la guardan
los emigrantes en sus morrales y la aprovechan los jóvenes marchitas cuando
defienden los bosques.
Es el único producto boliviano que los comerciantes
inescrupulosos de países vecinos han intentado falsificar para engatusar a los
bolivianos emigrados que buscan afanados el ungüento.
Las historias y las estadísticas sobre este
producto son infinitas. ¿Cómo llegó a esa cima? ¿Qué pasó desde que se llenó la
primera latita hasta el funcionamiento del más moderno laboratorio de la
industria farmacéutica boliviana? Nada fue fácil.
En el contexto complejo y difícil de la post guerra
del Chaco que enfrentó a Bolivia con Paraguay, la fundación de la Droguería
Hamburgo, el 15 de marzo de 1936, cambió la historia de la industria
farmacéutica boliviana. Esa empresa desarrolló el Mentisan en 1937.
Los principios que anunció Ernesto Schilling desde
la fundación de la empresa explican esta historia de 75 años. Desde el inicio,
Ernesto se hizo un juramento que sería como un sello en la historia de su
industria: disciplina; cumplimiento fiel del compromiso ético y de todas las
normas; hacer de la empresa una gran familia; innovar; reinvertir en la propia
obra, sin medir los obstáculos que crean las guerras, la inestabilidad política
o económica o los procesos inflacionarios. ¡Ser los más grandes, ser los
mejores!
La Droguería Hamburgo comenzó importando productos
químicos y farmacéuticos y materia prima de origen alemán.
El año 1937 marcó el rumbo de la empresa cuando
Schilling desarrolló la fórmula secreta del Mentisan. Apenas un año después de
sus primeras búsquedas encontró la combinación adecuada. La fórmula era
sencilla, aunque el truco estaba en la proporción de los ingredientes, secreto
que se guarda celosamente. El ungüento era capaz de combatir el resfriado, la
gripe, los dolores reumáticos, los de cabeza, las picaduras de insectos o las
quemaduras. Una combinación útil para las dolencias más corrientes y más
molestas.
Es una pomada olorosa elaborada con aceites
esenciales de eucaliptol, pino, mentol y salvia, esencia de trementina, que es
un aromatizante, y vaselina blanca. Utiliza alcanfor (racémico), una sustancia
blanca y cristalina con propiedades analgésicas y antisépticas que se obtiene
del árbol Cinnamonum Camphora, muy eficaz para suprimir la tos, como ya
conocían los babilónicos. Y tiene también mentol, un compuesto orgánico que se
encuentra en las plantas de menta, empleado para aliviar el escozor de la piel,
la boca y la garganta.
Unos calderos de cobre servían para calentar la
materia prima. Los pocos empleados se alternaban para mezclar los ingredientes
que les daba Schilling. Con paciencia y cálculo certero, se sacaba la medida
exacta con la ayuda de una lecherita de aluminio y se la colocaba en pequeñas
latitas, reflejando los ingredientes el verdor de la floresta.'
En la tapa estaba grabado el nombre Mentisan y en
el dorso se detallaban sus aplicaciones, tantas que parecían ofertas de un
bazar en Bagdad. Más abajo destacaba una frase histórica: "Hecho en
Bolivia". Empezaba una historia. ¿Quién aconsejó ese nombre? Nadie lo sabe
con exactitud. Probablemente el propio joven alemán combinó las palabras
"menta" y "sanar" para llegar a la denominación de la
marca.
Cada latita se podía transportar sin dificultad y
ese fue un primer acierto. No se rompía, no ocupaba espacio y no causaba alergias.
Además, ¡era barata! Pronto, Mentisan reveló su carácter fundacional. Con este
medicamento la industria farmacéutica nacional se fortaleció. Las fórmulas
caseras, mágicas y hasta las magistrales cedían lugar a un producto elaborado
científicamente, en cantidades crecientes y con una fórmula nacional.
Las ventas empezaron a diferenciar el liderazgo de
la Droguería Hamburgo frente a la competencia. Sin embargo, la guerra europea
lejana, pero con alcance mundial, llegó también a entorpecer la vida de los
bolivianos y de los inmigrantes alemanes y japoneses. Schilling y su familia
fueron obligados a salir de Bolivia. Sin embargo, a pesar de tener trabajo en
Argentina, el alemán decidió volver al país, donde había formado su hogar con
Lizzy Kriete y donde habían nacido sus hijos Ernesto y Dieter.
Contaba que algunos amigos lo juzgaron como
"loco" cuando les anunció que iba a apostar por la industria
nacional. Trazó un plan para importar máquinas modernas, emplear a recursos
humanos nacionales y comenzar a vender el sello de la nueva empresa: Droguería
y Laboratorios INTI, fundada en 1947 para reemplazar a la antigua Droguería
Hamburgo. INTI se convirtió en un sello fundamental de la época. La visión de
Schilling fue invertir y modernizarse en medio de crisis como la del 52 o del
85.
El resultado se traduce hoy en la fábrica de
medicamentos más moderna del país y una de las mejores del subcontinente,
ubicada en El Alto, con 700 trabajadores, la mayoría mujeres. Mentisan sigue
como el producto estrella. En los últimos años, acorde con el desarrollo
industrial y económico de Bolivia, Mentisan dio nombre a otros productos contra
los resfríos, como los sobres granulados o el jarabe. INTI también lanzó nuevos
y modernos productos, pero nada como la "latita verde" que tanto une
a los bolivianos.
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