PROFUNDA DEFORESTACIÓN ACELERA VULNERABILIDAD DE RIESGOS EN HAITÍ.
El experto y ex ministro de Ambiente de Haití, Yves-André Wainright, indico que las tierras afectadas por la deforestación tienen todavía posibilidades de regenerarse porque cuenta con muchas materias orgánicas.
El nivel de deforestación en Haití, que alcanza más del 98 %, ha acelerado la vulnerabilidad del país a riesgos y desastres medio ambientales, mientras especialistas locales estiman que la reforestación es posible bajo condiciones.
“La reforestación es posible biológicamente, pero socialmente y políticamente hay obstáculos”, declaró a medios locales el agrónomo Yves-André Wainright, antiguo ministro de Medio Ambiente.
Asimismo, explicó que las tierras afectadas por la deforestación tienen todavía posibilidades de regenerarse porque cuenta con muchas materias orgánicas.
En las ciudades y las zonas rurales, estas materias son “abundantes”, indicó Wainright, pero dijo que, por ahora, no hay alternativa económica y el sector agrícola no produce lo suficiente.
Por otra parte, subrayó que invertir en la reforestación supone solucionar el problema de seguridad de la propiedad de la tierra, que caracteriza gran parte de las propiedades en Haití.
La reforestación forma parte de la política de la administración del presidente Michel Martelly en materia de medio ambiente.
El gobierno ha previsto destruir centenas de casas en la zona para intentar recuperar la vegetación, proteger la montaña y también la capital, que sufre en periodos de lluvias severas inundaciones.
El agrónomo Yvon Faustin, asistente técnico de la Asociación de los Campesinos de Vallue (zonas altas del Oeste), que está implicado en actividades locales de reforestación, expresó también a Efe su convicción de la posibilidad condicional de reforestar a Haití.
“La reforestación es posible, tal como lo hicimos en Vallue”, dijo y agregó que sobre un millón de árboles sembrados desde 1987, 600.000 sobrevivieron.
“Tenemos un sistema de vigilancia que funciona y los pájaros ayudan también, transportando semillas de varios árboles en la zona”, explicó.
Sobre otros factores que permitieron llegar a este resultado habló también de actividades económicas que facilitan ingresos a las familias.
“La cuestión no es prohibir cortar árboles, pero es cortarles de manera controlada”, mientras que se desarrollan actividades económicas para asegurar ingresos a las familias.
Favoreció políticas en las zonas urbanas como alternativa al carbón de madera, mientras que se establece políticas económicas y sociales duraderas en el campo.
Recientemente varias personalidades invitaron al Gobierno a “dejar promesas” relativas al medio ambiente para “pasar al acto”.
El senador Maxime Roumer instó recientemente al Gobierno haitiano a decidir cómo hacer frente a la destrucción forestal.
Roumer habló, entre otras cosas, de la eliminación de impuestos sobre productos que sirven de fuentes de energía alternativa.
Por su parte, Edouard Paultre, responsable del Consejo Nacional Haitiano de los Protagonistas no Oficiales (Conhane), invitó a las autoridades gubernamentales a optar por políticas públicas encaminadas realmente a la protección del medio ambiente y pidió que la cobertura forestal pase del 1,5 % actualmente al 10 %.
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ECUADOR TRATA DE SALVAR AL TAPIR, UN ANIMAL ÚNICO EN PELIGRO.
Los tapires de la montaña, también conocidos como “jardineros del bosque” porque lo modifican a su paso, son responsables de gran parte del abastecimiento de agua de Quito, pero pese a semejante currículum están en peligro de extinción, según los especialistas.
Estos animales, emparentados con los rinocerontes, que pueden pesar hasta 550 libras, se alejan cada vez más, acosados por el avance de la ganadería, de las carreteras y de la cacería fuera de áreas protegidas en Ecuador.
Con sus voluminosos cuerpos abren senderos y permiten que se renueve la vegetación. Son también dispersadores de semillas, con lo que contribuyen a mantener la variedad de plantas, y a retener el el agua, de acuerdo con los estudiosos.
“Perderíamos el 50% del agua” de Quito, dijo el biólogo Armando Castellanos, para quien la situación de los tapires es “bien crítica” pues se aislan cada vez más en áreas restringidas de bosques nublados y páramos.
Tres entidades en Ecuador estudian a los tapires en busca de mecanismos para salvarlos: EcoCiencia, la Fundación Zoológica y el Grupo de Especialistas de Tapires.
Ellos han centrado su estudio en el Parque Nacional Cayambe-Coca, en la cuenca alta del río Papallacta, de donde sale el agua para Quito. Ahí hay unos 50 tapires, presume Castellanos, quien no se aventura a dar cifras nacionales.
Víctimas de la endogamia, por la escasa diversidad genética, los tapires son propensos a enfermedades y a bajas tasas de reproducción, que ya por naturaleza es lenta, puesto que el período de gestación es de trece meses y la cría pasa otros 18 meses junto a su madre.
La reproducción asistida es casi imposible pues una vez atrapados esos “escurridizos, tímidos y ariscos” animales suelen perecer en apenas dos semanas por el estrés, según Castellanos.
“Tendrían que morir un montón de animales hasta que uno se quede” y la situación es “tan crítica” que con que “muera uno o dos es algo irreparable ya”, dijo al comentar que esos animales también son víctimas de las enfermedades que transmiten los animales domésticos.
Lo sabe bien quien vio fallecer de rabia transmitida por un perro a un tapir al que había rescatado dos años antes, cuando aún era bebé.
“Ese hubiera sido un candidato (para reproducción en cautiverio). Hay un macho en Colombia, que se llama Pancho”, pero nada más, dijo.
Los tapires “no han cambiado casi nada desde la última glaciación, son unos fósiles vivientes”, según Castellanos, que ahora estudia a cinco de esos animales a través de collares satelitales.
Mantener esos collares cuesta $20,000 al año, una cifra alta, “pero la información no se puede comparar con nada”, dijo Castellanos quien quisiera replicar el mecanismo en otras zonas, pues los biólogos no conocen en detalle los hábitos del tapir del bosque.
Se sabe más del tapir del páramo, cuyos machos requieren por ejemplo unas 700 hectáreas para cumplir sus necesidades de vivir, reproducción, movimiento, buscar comida y agua, en tanto que la hembra necesita 200 hectáreas.
Se trata de animales que nacen con rayas blancas, pero a medida que crecen se tornan negros con pintas blancas en el hocico o en las puntas de las orejas, tienen trompa y comen todo el día con dos picos de actividad, de madrugada y casi noche, y hacen un descanso a mediodía.
Por la presión del ganado, prefieren vivir en pendientes de 45 grados y caminan aproximadamente un kilómetro y medio diario, aunque intentar atraparlos para ponerles los collares es “como detener un trailer desbocado”, relató Castellanos.
Los tapires no atacan a menos que se sientan acorralados. Son muy huidizos, tienen un olfato “increíble” que puede “ser 500 veces más poderoso que (el de) un perro”, tienen buena audición y una vista no muy sobresaliente, dijo.
Los estudios sobre esos animales, que algunas personas confunden con cerdos, buscan aportar información, entre otros fines, para que las autoridades elaboren políticas de protección, como un plan de manejo ganadero y busquen cómo interconectar los parques nacionales de Ecuador.
“Lo que hay que hacer es que la gente trabaje de lo que ya tiene. ¿Para qué seguir talando y talando?”, se preguntó Castellanos.
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EN URUGUAY ECOLOGISTAS FRUSTRAN EXPORTACIÓN DE PINGÜINOS A JAPÓN.
Entre julio y septiembre, los pingüinos magallánicos migran y llegan a costas esteñas de Uruguay, a veces empetrolados, exigiendo su rehabilitación antes de devolverlos al mar. Un nuevo acuario japonés puso el ojo en ellos. Pero el negocio no se dio.
En mayo de este año se inauguró en Tokio una torre de comunicaciones que es la edificación más alta del mundo. En su entorno hay una gigantesca zona comercial con más de 300 tiendas, y en los pisos 5 y 6 se inauguró el segundo acuario más grande de Japón, después del de Kioto, con alrededor de 400 especies marinas y casi 10.000 ejemplares.
El acuario se divide en 8 zonas y posee varios tanques, cuatro de ellos rellenos de coral. El tanque más grande tiene 6 metros de profundidad, y reproduce el fondo marino de las islas de Ogasawara, declaradas como Patrimonio Mundial Natural en 2011.
En este acuario, que ocupa una superficie de 6.000 metros, creado y administrado por Orix Real Estate Corp, además de raras especies, se hallan pingüinos de diverso origen. Entre los primeros que llegarían allí, estaba previsto que hubiese especímenes de la especie de los magallánicos, exportados directamente desde Uruguay.
Las gestiones comenzaron a realizarse en febrero de 2011, según declaró quien por entonces se desempeñaba como embajadora uruguaya en Japón, la doctora Ana Estévez (actualmente asesora de la Dirección General de Cooperación Internacional de la Cancillería).
Estévez contó que en un primer momento le pareció que la transacción sería una muy buena manera de promocionar a Uruguay. Sobre todo porque lo que pretendían los operadores del acuario, no era otra cosa que “exhibir pingüinos salvados e intentar su reproducción en cautiverio”.
Debido a la intervención de una organización ambientalista local, “la exportación nunca se concretó”, sostuvo la doctora Estévez. Los nipones consiguieron en cambio que les enviaran algunos ejemplares desde Argentina, “creo que unos 10 pingüinos”.
En cuanto a las posibilidades de vender pingüinos rehabilitados, se señala asimismo que eso iría en contra de tratados internacionales y del “espíritu de las relaciones entre Uruguay y Japón en lo referente a la preservación del medio ambiente”.
El principal jerarca de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), el doctor Daniel Gilardoni confirmó que la exembajadora Estévez solicitó que la dependencia que él dirige “donara pingüinos”. Y agregó que eso no fue posible por más de un motivo.
“Hay probablemente algún vacío. No hay normativa. Podemos donar lobos marinos, pero no pingüinos, que no son autóctonos, aunque migran, y llegan a nuestras costas”, comentó Gilardoni, que agregó como caso semejante el que se da con los elefantes marinos.
Según el director de la Dinara, para no comerciar pingüinos se tiene en cuenta la convención Cites, que si bien no los incluye a título expreso, permite actuar por analogía, es decir respetando las prohibiciones fijadas para comercializar otras especies.
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